Volu Ferfauve antes Fjördsonn

Volu nació en las frías y antiguas tierras del Norte, donde la nieve cubre los árboles como sudarios y los dioses aún escuchan los susurros del viento. Fue criado como fiel siervo de Odín y las Nornas, instruido en el arte de la batalla, la adivinación rúnica y la protección sagrada. Como sacerdote guerrero, consagraba cada espada desenvainada con runas de guerra, y cada combate era una ofrenda para el Padre de Todos. Las visiones del destino, reveladas por Wyrd y las runas, lo llevaron a abandonar su hogar: una amenaza oscura se cernía sobre el mundo, una fuerza sedienta que solo podía ser contenida desde dentro.

Así llegó a Lumenoth, donde su senda lo cruzó con la Guardia Escarlata, a quienes ofreció su conocimiento sobre las energías antiguas y su brazo armado en defensa de los reinos libres. Durante años, Volu sirvió como espadachín independiente y aliado ocasional, conocido por su talento con la hoja y su lengua afilada. Nunca fue un soldado obediente ni un sacerdote sumiso: su espíritu era fuego contenido, y su voluntad, un faro desafiante en un mundo de sombras.

Sin embargo, todo cambió durante la gran incursión a Skoll. La Guardia Escarlata intentó penetrar el corazón del reino vampírico, pero Volu cayó en una emboscada. Capturado por las fuerzas de la Reina Valkyriel Ferfauve III, fue llevado como trofeo ante su trono, presentado como tributo por quienes buscaban ganarse su favor. Lejos de suplicar por su vida, Volu se burló de la Reina, desafiándola en plena corte con palabras que muchos no se atreverían a pensar, y mucho menos a pronunciar.

Valkyriel, intrigada y quizás ofendida, vio en él una oportunidad única: por primera vez en su larga existencia, decidió convertir a un mortal. No por amor, necesidad ni estrategia, sino para dejar una marca eterna de su poder. Así, el sacerdote guerrero del Norte fue convertido en Volu Ferfauve, el primer y único vástago directo de la Reina de Skoll.

Desde ese momento, Volu vive atrapado entre dos naturalezas opuestas: la salvaje fe nórdica que aún arde en su alma y la sangre maldita de los Ferfauve que ahora recorre sus venas. Aunque conserva su irreverencia y su visión rúnica del mundo, ha aprendido a navegar las intrigas de la corte vampírica, a moverse entre sombras y a matar con una elegancia que haría sonreír a un dios oscuro.

Volu sigue consultando las runas, buscando guía entre las líneas del destino, no para sí mismo, sino para cumplir su propósito mayor: proteger a su pueblo nórdico y mantener el equilibrio entre la sabiduría antigua y la maldición que lo transforma lentamente. Ya no es hombre, ni dios, ni del todo monstruo. Es Volu Ferfauve: guerrero, vástago, y profeta de un destino aún no escrito.